Quienes tejen habitualmente, en especial aquellos que como yo, lo hacen con emoción y ansiedad, saben que preparar las muestras para nuestro tejido resulta...desesperante!
Al menos a mí me sucede siempre.
Ideás el trabajo, lo imaginás y pensás en todos los detalles.
Vas al negocio de lanas, buscás, ves, mirás y enloquecés frente a la enorme cantidad y variedad de materiales.
Vos sólo querés empezar ya!!!
Detesto las lanas matizadas (jamás las miro, nunca las uso, ni me arriesgo a sus diseños finales insospechados), pero las demás...todas!!!
Si te gustan los hilados, coincidirás conmigo en que las laneras resultan toda una tentación.
Color + color + color!!!. Hilados con pelo o sin él, gruesos, finitos, medianos; rústicos, naturales y sedificados. Estanterías repletas de tonos engamados...
Yo, quiero llevarme todo!!
Pero, en fin. Poner en práctica un riguroso autocontrol, termina siendo el mejor de los ejercicios y aporta a los resultados, créanme.
Elegís entonces lo que ibas a buscar, ponés los pies en la Tierra y bajás las revoluciones.
Fin.
Claro que cuando dejás el negocio y mirás (porque alguien te miró sorprendido ni bien pusiste un pie en la calle) la bolsa enoooooooorrrrrme que te dieron "sin piedad" y sin tener en cuenta que sólo sos un ser humano de 1,63 m, con dos brazos y que debés, además, caminar y viajar hasta tu casa y...entrar por la puerta con semejante bulto, comprendés que ni el autocontrol, ni la conducta, ni ninguno de tus propósitos previos a la compra, fueron suficientes.
Terminás convertida en un ser extraño, oculto tras una bolsa liviana, pero de proporciones soberbias y...pensás en las muestras.
Uhhh!!! Las muestras!!!!
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