Quienes tejen habitualmente, en especial aquellos que como yo, lo hacen con emoción y ansiedad, saben que preparar las muestras para nuestro tejido resulta...desesperante!
Al menos a mí me sucede siempre.
Ideás el trabajo, lo imaginás y pensás en todos los detalles.
Vas al negocio de lanas, buscás, ves, mirás y enloquecés frente a la enorme cantidad y variedad de materiales.
Vos sólo querés empezar ya!!!
Detesto las lanas matizadas (jamás las miro, nunca las uso, ni me arriesgo a sus diseños finales insospechados), pero las demás...todas!!!
Si te gustan los hilados, coincidirás conmigo en que las laneras resultan toda una tentación.
Color + color + color!!!. Hilados con pelo o sin él, gruesos, finitos, medianos; rústicos, naturales y sedificados. Estanterías repletas de tonos engamados...
Yo, quiero llevarme todo!!
Pero, en fin. Poner en práctica un riguroso autocontrol, termina siendo el mejor de los ejercicios y aporta a los resultados, créanme.
Elegís entonces lo que ibas a buscar, ponés los pies en la Tierra y bajás las revoluciones.
Fin.
Claro que cuando dejás el negocio y mirás (porque alguien te miró sorprendido ni bien pusiste un pie en la calle) la bolsa enoooooooorrrrrme que te dieron "sin piedad" y sin tener en cuenta que sólo sos un ser humano de 1,63 m, con dos brazos y que debés, además, caminar y viajar hasta tu casa y...entrar por la puerta con semejante bulto, comprendés que ni el autocontrol, ni la conducta, ni ninguno de tus propósitos previos a la compra, fueron suficientes.
Terminás convertida en un ser extraño, oculto tras una bolsa liviana, pero de proporciones soberbias y...pensás en las muestras.
Uhhh!!! Las muestras!!!!
viernes, 29 de mayo de 2015
jueves, 28 de mayo de 2015
Historia
Siempre tejí con dos agujas.
Y nunca me gustó el crochet.
Conocía un par de puntos básicos, pero no los utilizaba en mis trabajos, pues en verdad no me resultaban atractivos.
En casa siempre hubo montones de lanas: en madejas, en ovillos, en bollitos. En cajas, en bolsas, dentro de los placards. Guardadas para siempre o por mucho tiempo. Lanas mías, de mi mamá. Sobrantes de algún sweater (y esa manía compulsiva de comprar mucho más de lo necesario... por las dudas).
Colores, texturas y grosores incompatibles a la hora de "pergeniar" algún proyecto viable y muchísimas de ésas que encontrás perdidas en una bolsa sin etiqueta y frente a las cuales sólo podés preguntarte en qué estabas pensando cuando las elegiste. Horrendas!!!!
Retomando el tema del crochet, puedo asegurar que nunca le encontré la vuelta. No sólo no me gustaba, sino que (y quizá ésa fuera
la razón) mis habilidades con la técnica en cuestión resultaban bastante dudosas. Un desastre, bah!!
Medio punto, vareta y cadenita. Alguna que otra doble vareta y la imperfección inevitable de jamás terminar una vuelta con la misma cantidad de puntos que en la anterior.
Las dos agujas eran para mí la única forma posible de concebir un tejido y llevar a cabo y a buen puerto cualquier trabajo que me propusiera.
Tejí de todo: bufandas, sweaters, mantas que ahora forman parte de las cuchas de mis gatos. Chalinas, almohadones, gorros, sacos y chalecos, y triángulos espantosos para levantarse de la cama las mañanas de invierno ( muchos de los cuales terminaron también abrigando a mis mascotas, sin remedio).
Puntos de tricot? Todos!!! O casi, pues algunos de ellos, en especial los calados, siempre me resultaron un antigüedad. Complicados y feos, a mi entender.
Cualquier tipo de trenzas y diseños irlandeses: rombos en relieve, el punto garbanzo; reveces y derechos combinados...Arriba, abajo, pasar la lazada y a la aguja auxiliar.
Lindísimo, entretenido, por demás adictivo.
Sumamente adicictivo!!!
Y nunca me gustó el crochet.
Conocía un par de puntos básicos, pero no los utilizaba en mis trabajos, pues en verdad no me resultaban atractivos.
En casa siempre hubo montones de lanas: en madejas, en ovillos, en bollitos. En cajas, en bolsas, dentro de los placards. Guardadas para siempre o por mucho tiempo. Lanas mías, de mi mamá. Sobrantes de algún sweater (y esa manía compulsiva de comprar mucho más de lo necesario... por las dudas).
Colores, texturas y grosores incompatibles a la hora de "pergeniar" algún proyecto viable y muchísimas de ésas que encontrás perdidas en una bolsa sin etiqueta y frente a las cuales sólo podés preguntarte en qué estabas pensando cuando las elegiste. Horrendas!!!!
Retomando el tema del crochet, puedo asegurar que nunca le encontré la vuelta. No sólo no me gustaba, sino que (y quizá ésa fuera
la razón) mis habilidades con la técnica en cuestión resultaban bastante dudosas. Un desastre, bah!!
Medio punto, vareta y cadenita. Alguna que otra doble vareta y la imperfección inevitable de jamás terminar una vuelta con la misma cantidad de puntos que en la anterior.
Las dos agujas eran para mí la única forma posible de concebir un tejido y llevar a cabo y a buen puerto cualquier trabajo que me propusiera.
Tejí de todo: bufandas, sweaters, mantas que ahora forman parte de las cuchas de mis gatos. Chalinas, almohadones, gorros, sacos y chalecos, y triángulos espantosos para levantarse de la cama las mañanas de invierno ( muchos de los cuales terminaron también abrigando a mis mascotas, sin remedio).
Puntos de tricot? Todos!!! O casi, pues algunos de ellos, en especial los calados, siempre me resultaron un antigüedad. Complicados y feos, a mi entender.
Cualquier tipo de trenzas y diseños irlandeses: rombos en relieve, el punto garbanzo; reveces y derechos combinados...Arriba, abajo, pasar la lazada y a la aguja auxiliar.
Lindísimo, entretenido, por demás adictivo.
Sumamente adicictivo!!!
miércoles, 27 de mayo de 2015
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